#DíaDeLosDifuntos
Los recuerdos y las relaciones que sobreviven
02/11/2017. Especialistas analizan cómo Internet se impone como un nuevo espacio de duelo.
Muere un ser querido o un conocido y, a las pocas horas, en las redes sociales sus contactos le envían mensajes, firman sus muros y postean recuerdos. Un simple observador, aquel que no logra saltear la elipsis que la situación plantea, podía pensar que en verdad esperan una respuesta de la persona que ya no está.
¿Qué hay detrás de ese deseo irrefrenable por querer comunicarse con el difunto a pesar de saber que ya no nos lee, escucha, ve ni oye? ¿Cómo experimentamos la muerte ahora que está medida por la virtualidad?
La resiliencia en las redes
Morir implica dejar de respirar, de estar, de habitar, de interactuar. Sin embargo, con la muerte, como con cualquier hecho profundo, se pueden desencadenar sucesos regenerativo. Un estudio publicado por Nature Human Behavior en base a 15 mil usuarios anónimos de Facebook plantea que la muerte de un “amigo” fortalecería nuestros vínculos emocionales, colaborando así con la idea de “resiliencia” ¿De qué se trata? Es un término muy usado en psicología, que supone la capacidad de una persona de recuperarse después de haber sufrido situaciones adversas o estresantes.
Para evaluar la resiliencia de las redes, el doctor de Ciencias Sociales William Hobbs de la Universidad de California y la doctora en Filosofía Moira Burke de Facebook usaron datos de esa red social y registros públicos vitales del estado de California. Así, analizaron el tráfico de interacciones en más de 15 mil usuarios de redes que habían perdido a alguien cercano y los compararon con otros 30 mil usuarios que no habían sufrido la desdicha.
Centraron el análisis en los comentarios, mensajes y etiquetas de fotos de los amigos y conocidos de los difuntos. Y después, compararon los recuentos de estas interacciones durante cuatro años, antes y después de la muerte.
Sin embargo, no todas las muertes generaron la misma conectividad: los especialistas detectaron que las interacciones crecían cuando una persona había fallecido por cáncer o cuando había sufrido un accidente, por encima de los casos de suicidio.
En las conclusiones, los autores señalan que quedan muchas preguntas sin respuesta, que es probable que las redes no siempre se adapten a una pérdida y que la recuperación a nivel de la red que registró no se traduzca en recuperación a nivel individual. Aun así, el estudio plantea un nuevo escenario de análisis a la hora de abordar las consecuencias de la muerte.
La antropóloga y especialista en cibercultura Marian Moya explica que en el duelo online no se “suelta” al difunto como en el caso del duelo presencial, sino que se lo retiene y se transita una ilusión de su permanencia como si estuviera vivo: a través de sus fotos, sus comentarios y su perfil.
La no-presencia, constitutiva de la misma virtualidad, estimula y ayuda a sostener la ilusión de presencia tras la muerte. Los estados a los que nos predisponen la virtualidad y la mortalidad nos privan del contacto físico. Es por eso que Facebook puede ser tan eficaz como un cementerio virtual o como un lugar de imaginario reencuentro con el ser querido, algo que permite posponer la aceptación de la pérdida.
Para Moya, la muerte experimentada de la virtualidad muchas veces se presenta con mensajes del tipo “a donde quiera que estés”: en esa frase, se percibe la confluencia de la percepción de la volatilidad de lo virtual, de lo difuso y de lo que la muerte es. Acá, la racionalidad no es la variable, sino que cuentan más las emociones. “Al abordar el tema desde la razón se torna incomprensible, es una cuestión emocional y de deseo”, asegura.
Fuente de la Información: Télam