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Juegos OlímpicosEscándalo: Argentina había empatado, hubo una suspensión por invasión, el gol se anuló una hora y media después y al final ganó Marruecos

El tanto del 2-2, anotado por Medina en el minuto 105, fue anulado por offside de Amione a instancias del VAR luego de que los jugadores debieran regresar al campo de juego; hubo incidentes en las tribunas tras el gol, luego invalidado.

El debut de la selección Sub 23 argentina de fútbol resultó un papelón olímpico. En un partido cargado de emociones, el equipo de Javier Mascherano estuvo en desventaja 2-0 ante Marruecos, pero logró descontar primero gracias a un gol de Giuliano Simeone y alcanzó el empate 2-2 en la agonía del partido gracias a un tanto de Cristian Medina. Tras esa conquista el partido tuvo que suspenderse por la invasión de hinchas africanos y por los objetos que les arrojaron a los futbolistas argentinos; incluso, hasta una bomba de estruendo cayó a centímetros de Julián Álvarez. Pero no todo estaba resuelto, porque una hora y media después, el árbitro sueco Glenn Nyberg determinó que el partido debía reanudarse para disputar tres minutos y en el retorno de los equipos revisó la acción del tanto argentino, que finalmente fue anulado por un offside de Bruno Amione. Se completaron los tres minutos y se concretó la victoria de Marruecos por 2-1. El entrenador argentino, Javier Mascherano, después del partido dijo: “Es un circo, nunca viví nada igual en toda mi carrera deportiva”.

La imagen del final se parece en nada a un partido de fútbol. Y menos todavía a unos Juegos Olímpicos. Los jugadores argentinos en uno de los córners festejando un agónico y polémico 2-2 ante Marruecos en el ¡decimosexto minuto de descuento! que al final no valió. Cae de todo, piedras, petardos, proyectiles, desde las tribunas repletas de camisetas rojas. Los africanos rendidos en el piso penando por la oportunidad histórica que se les acaba de escapar: vencían 2-0. Decenas de fanáticos marroquíes entonces invaden el campo de juego para alentar a los suyos.

 

Javier Mascherano y el resto del cuerpo técnico todavía gritan con furia la trabajada igualdad. El campo de juego era un caos de gente corriendo por todos lados, de futbolistas llorando y otros celebrando; lágrimas y sonrisas al mismo tiempo. La invasión se desactivó rápido más allá de la tardía intervención de la seguridad.

El drama siguió un rato largo: casi dos horas después los futbolistas no sabían si el partido había terminado. Y para peor: tampoco sabían si el gol de la paridad había sido convalidado. Les exigieron volver a la cancha, hacer la entrada en calor y recién ahí, casi dos horas después, enterarse que hubo un offside previo de Amione. Un papelón sin precedentes se vivió en Saint Étienne. “Es el circo más grande que vi en mi vida”, vociferó con eco el DT argentino en un estadio que ya estaba vacío. Al final, fue derrota. Poco interesa más allá de que queda todo el torneo por delante.

Algo que pudo haber pasado desapercibido. En el medio del desorden y antes de la incertidumbre y el mamarracho organizativo, un color faltó: el amarillo. Nadie entendió dónde fueron a parar los árbitros en ese final de partido. Tal vez temió el sueco Glenn Nyberg por los insólitos 15 minutos que adicionó. Y bastante más: el tanto del empate de Medina se anotó pasados los 60 minutos. Tampoco se entendió por qué dos horas después fue al monitor del VAR a ver un offside, que además cuenta con la tecnología del semiautomático.

Ruidosos los marroquíes, tan fanáticos como los argentinos para el fútbol. Llegaron de a miles de distintos lugares y le pusieron el color a la apertura de los Juegos Olímpicos. Aseguran que están ante una generación dorada, por eso el entusiasmo. El pequeño y muy coqueto estadio Geoffroy-Guichard, de Saint-Éttiene, estuvo vestido de rojo furioso con los rayos del sol. ¿Camisetas celestes y blancas? Muy pocas, especialmente de los familiares de los futbolistas que seguirán a la Selección mientras dure el sueño olímpico.

En cancha se evidenció la expectativa de los africanos. Es verdad que Marruecos fue más emocional que efectivo. Pero con el ímpetu fue para adelante y confundió a Argentina, lo redujo. Tanto Javier Mascherano como Leandro Stillitano se la pasaron al borde de la línea de cal dando indicaciones. Todo un síntoma de malestar.

“No sé cómo nos van a jugar porque cambiaron de jugadores y de esquemas todo el tiempo”, había avisado Javier Mascherano en la previa. También dejó una advertencia que se cumplió: “No nos van a jugar de contragolpe. Vinieron con muchos delanteros y van a atacar con muchos futbolistas”.

Se paró 4-4-2 la Selección, con Thiago Almada de volante por derecha y Kevin Zenón por izquierda. Ese dispositivo, más la tenencia y la presencia de los rivales, generó que Lucas Beltrán y Julián Álvarez quedaran aislados. El resultado fue que la Selección no pateó al arco en los primeros 45 minutos.

Fue extraña la imagen de la etapa inicial porque mostró a un Marruecos dueño de la escena y a Argentina no hallando los caminos para saltear la presión. Marruecos se movió con dos extremos verticales y un enganche para asistir al único delantero, Rahimi. La idea era ganarlo por las bandas y así llegó al gol en el minuto final de la etapa inicial. Y fue tras una jugada de crack de Ilias Akhomach, un chico formado durante 13 años en La Masía y que el año pasado se fue libre a Villarreal. También el zurdo había sido marcado por Mascherano en la previa. Pues bien, el zurdo habilitó de taco a El Khannouss para el gol de Rahimi en el corazón del área chica.

No metió cambios Mascherano en el entretiempo y, en una de las primeras jugadas, Julio Soler se llevó puesto adentro del área Akhomach. Rahimi marcó el 2-0 para el delirio de casi todos en el estadio.

A los 8 minutos, Masche movió el banco y cambió el partido. Todos los que entraron lo hicieron bien, pero ninguno tanto como Giuliano Simeone, el que se metió por la ventana. Logró descontar el Cholito, que jugó de todo: extremo izquierdo y derecho, mediocampista y hasta lateral.

Se tiraron una y otra vez lo marroquíes, es verdad. Pero nada justifica los 15 minutos. Metió presión Mascherano, que se quejó hasta con los organizadores por los reiterados cortes del juego.

Fue y fue Argentina. Se dejó estar Marruecos, que había sido mejor. La tuvo Julián y falló por poco. También Bruno Amione. En la última y después de mil rebotes, Medina puso la cabeza para desatar el caos. Y para que el bueno de Nyberg se escape silbando bajito y por la sombra. Su ausencia se hizo más notoria durante las casi dos horas en que no se supo si el partido había terminado ni cómo había sido el resultado final.

Una hora y 40 minutos después los jugadores de Marruecos volvieron a la cancha para hacer una nueva entrada en calor. Los jugadores argentinos salieron al ratito. El árbitro, por fin apareció, y revisó la jugada en el monitor del VAR, cuando ni siquiera era necesario porque el offside no se debe revisar. Ya habían transcurrido una hora y 57 minutos después de la invasión. El semiautomático marcaba que uno de los botines de Amione estaba adelantado. Los africanos volvían a quedar arriba en el marcador y lo festejaron como un gol propio. Se jugaron tres minutos más. No hubo tiempo para modificar la historia.

Arrancó con drama el fútbol. Arrancaron con un mamarracho, tal vez inédito e impropio del espíritu olímpico, los Juegos de París.

 

 

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