El cura fue considerado autor material y penalmente responsable de tres hechos, agravados por su rol como ministro de culto.
El sacerdote Carlos Fernando Páez fue condenado a cuatro años de prisión efectiva, tras ser considerado culpable del delito de abuso sexual sin acceso carnal, doblemente calificado por haber sido cometido por un ministro de culto reconocido y encargado de la educación, en forma reiterada por tres (3) hechos, en concurso real.
La sentencia fue dictada por los jueces del Tribunal de Juicio de Tartagal, Ricardo Hugo Martoccia, María Soledad Rodríguez y Reinaldo Burgos, quienes ordenaron su inmediata detención.
Durante la audiencia, se presentaron evidencias clave en contra de Páez, quien se desempeñaba en la parroquia La Santa Cruz de Villa Saavedra, bajo la Diócesis de Orán. Las denuncias contra el sacerdote surgieron de un joven que relató hechos ocurridos entre 2015 y 2017.
En su alegato, el fiscal Cabot subrayó la importancia de la pericia psicológica conjunta realizada por el Cuerpo de Investigaciones Fiscales (CIF) y la Defensoría General. Esta evaluación determinó que el testimonio del denunciante no fue un relato aislado, sino que se alineó con las declaraciones de varios testigos que desempeñaron diferentes roles, lo que confirma un patrón de comportamiento del religioso.
En la sentencia, se dispuso que se remita a la Oficina de Gestión de Audiencias (OGA) copia certificada del fallo condenatorio junto a una revisada médica exhaustiva del condenado y sus fichas dactilares, autorizándose también la toma de fotografías del condenado.
A su vez, se ordenó la extracción del perfil genético del condenado por parte del Servicio de Biología Molecular del Departamento Técnico del Cuerpo de Investigaciones Fiscales (CIF) y su posterior inscripción en el Banco de Datos Genéticos.
Finalmente, se fijó audiencia para el día 31 de octubre de 2024, a las 12:45 horas, para dar lectura a los fundamentos que integrarán la sentencia, para lo cual el condenado deberá ser trasladado en dicha fecha.
Hechos ocurridos entre 2015 y 2017
Los hechos habrían ocurrido entre el 2015 y el 2017, cuando el joven tenía entre 18 y 21 años y era un activo colaborador de la iglesia de su barrio a la que concurría atormentado por “problemas familiares”. “Me daba abrazos y me decía te amo al oído mientras me daba besos en el cuello”, contó. Aseguró que ante sus rechazos las respuestas de parte de Paez eran de enojo, que luego se fueron transformando en “difamaciones” por las que, indicó, aún hoy no puede regresar a la iglesia de su barrio.
“Una de las manipulaciones que usó fue convencerme de que era un huérfano emocional, un herido y que la culpa era de mis padres. Hizo que yo me ponga en contra de mi familia y amigos para que confíe solamente en él”, relató el joven que manifestó que esto le dejó secuelas psicológicas con las que lucha diariamente por reponerse. “En el transcurso del año intenté suicidarme dos veces, me autoflagelé los brazos y estuve tomando (bebidas alcohólicas) mucho”, indicó el denunciante.
En cuanto a las respuestas que obtuvo de parte de la iglesia el joven fue tajante: “Scozzina (obispo de Orán) no me brindó ninguna ayuda, me dejó prácticamente en la calle”. Las acusaciones formarían parte de la denuncia penal donde ubicarían a la institución religiosa en una situación comprometedora ante los intentos de denuncias que habrían llegado incluso al investigador de Zanchetta, el obispo de Tucumán Carlos Sánchez mientras tomaba las testimoniales dentro del proceso canónico.
“Cuando hablé con Sánchez por lo de Zanchetta y le dije que quería denunciar a Paez, no me quiso tomar la denuncia, porque dijo que tenía que ser ante el obispo diocesano Scozzina o ante el obispado metropolitano, Mario Cargnello.
Yo pedí ayuda al obispo Scozzina, y lo único que me dijo fue que vaya y lo encare a Paez como hombre y que le diga que se deje de molestar, es la única solución que él me dio. La iglesia me dejó desprotegido, no hicieron nada con él, no me hace bien tenerlo cerca de mi casa le pedí que lo saquen de acá y nada”, relató el joven que asegura que el sacerdote vive a seis cuadras de su casa. “No me hace bien tenerlo cerca”, insistió.
Fuente: Ministerio Público Fiscal
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