En medio de la volatilidad cambiaria, se profundiza la demanda para salir del cepo y poder recibir confianza e inversiones.
La secretaria General de la Presidencia fue personalmente a la Embajada de Francia a desactivar un posible cruce con ese país después del tuit de la vicepresidenta Victoria Villarruel.
Me pidió el presidente que te dijera que te vayas”, le avisó Demian Reidel, físico, economista y coordinador del Consejo de Asesores Económicos de Presidencia de la Nación a Fausto Spotorno, consultor de Orlando j. Ferreres y Asociados. “Bárbaro, porque ya me quería ir”, le respondió.
La conversación, que puede sonar hostil, fue en buenos términos. Salida elegante. Tuit para informarlo públicamente y gracias por todo. Diez días después, el economista no podía salir de su desconcierto cuando, ayer a la hora de la siesta, Javier Milei lo acusó de un delito penal. Los dos habían construido una relación promovida por la afinidad ideológica en temas económicos que derivó en la invitación a Spotorno para integrar el exclusivo Consejo de Asesores Económicos, un órgano creado en marzo a la imagen de una figura que existe en Estados Unidos y constituido por gente elegida sin excepción por el Presidente.
Pero en las últimas dos semanas, este pequeño grupo humano que funciona ad honorem, que interactúa sin tanta intensidad en un chat llamado “Consejo”, y que apenas tuvo hasta ahora un encuentro de lanzamiento en la Casa Rosada, dos almuerzos en casa de sus integrantes -Sebastián Braun y Alec Oxenford, que invitaron y pagaron la comida-, y solo un par de reuniones más, tomó una relevancia política insólita.
Después de que Spotorno primero y el empresario textil Teddy Karagozian después, se diferenciaran en público de algunas decisiones económicas, el Presidente mandó a echarlos. Lo de Karagozian era más previsible. Lo de Spotorno fue una salida consensuada y en paz. Él se quería ir porque la situación se estaba volviendo incómoda. Pero en Milei funcionó distinto: “El origen de la traición -escribió en X este jueves-. Uno traicionó porque quería afanarse información confidencial para hacer más rentable la consultoría. El otro lo hizo después de fracasar en imponer su agenda prebendaria”.
En otra semana de intensa tensión cambiaria, el Consejo apareció como una entidad relevante, como si sus integrantes fueran funcionarios y se convirtió, por el ruido interno, en el foco de conflictos que solo reflejan lo que un ministro sintetiza así: “Lo que se toque con la tensión cambiaria, le genera a Milei malestar y bronca. Y sabemos cómo reacciona”.
De todas las conversaciones públicas que el Gobierno sabe promover, hay una que no controla a pesar de estar intentándolo con intensidad. Es la agenda de la incertidumbre del mercado que empieza a desconfiar de las variables de la ecuación económica, a hacerse preguntas que todavía no tienen respuesta y a mirar los vencimientos de la deuda argentina que este año son exigentes, pero el año que viene escalan a números galácticos: según los datos oficiales del ministerio de Economía y el BCRA, en 2025 los pagos de la deuda reestructurada en 2020 junto a vencimientos de organismos internacionales, escalan a compromisos por 22 mil millones de dólares.
En el medio, la demandada salida del cepo para poder recibir confianza e inversiones, un camino que cada día parece más caro y que requiere de requisitos que el Presidente definió personalmente la semana pasada: “Se tienen que dar tres condiciones en conjunto. Terminar con los pasivos remunerados. Terminar con los PUTs. Y convergencia de la inflación con la devaluación en un entorno cercano a cero mensual”.
Fuente: TN
Comentar