El veranito financiero es bienvenido, pero no oculta que los vencimientos de 2025 son muy exigentes.
Pregunta directa y al punto: ¿qué significa para la Argentina que en plena caída el riesgo país ronde los 1.044 puntos básicos y marque, así, el registro más bajo desde las PASO de 2019 que anticiparon el triunfo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner y confirmaron, de hecho, la vuelta del pesado modelo K?
Para empezar, el riesgo país es considerado una medida de la capacidad de pago de los deudores y sobre todo de aquellos con antecedentes dudosos, sean países, gobiernos o empresas. Calculado en puntos básicos, el indicador se aplica sobre la tasa de interés que rinden los bonos del Tesoro norteamericano y deriva, finalmente, en el costo de la deuda que se emita en el exterior.
Está claro, todo el tiempo y de las maneras más diversas, que el gobierno libertario va adelante y a todo trance con la bandera del superávit fiscal, al gusto de los mercados y sin medir costos políticos. Superávit fiscal equivale a recursos para saldar obligaciones financieras o, mejor dicho, ciertas obligaciones financieras porque el Tesoro Nacional acumula un rojo calculado en 1,3 billones de pesos por compromisos asumidos y no pagados en 2023.
Pero como a menor riesgo país correspondería menor tasa de interés, ya comienzan a levantarse apuestas sobre el momento en que la Argentina saldrá al mercado internacional de crédito, apretada por una deuda en moneda extranjera con vencimientos en 2025 que, entre capital e intereses, orilla los US$ 23.800 millones. Más aún, el 70% del total, unos US$ 16.000 millones, cae en enero-julio.
¿Y cuál sería la tasa de interés que el país pagaría si el Gobierno decide salir hoy al mercado de la deuda?
Según cuentas de especialistas, con el riesgo país en 1.044 puntos básicos, equivalentes a una tasa de interés del 10,4%, más el 4% que rinden los bonos del Tesoro de EE.UU., estaríamos hablando de casi 15% anual en dólares. Esto es, de un costo financiero considerable y de largo plazo, en un escenario sin garantías de estabilidad.
Dice un consultor que milita en el bando productivo: “Suena a muy seductor batir el parche con el derrape del riesgo país y venderlo como un subproducto de la confianza en el Gobierno. El problema es el costo de la movida y que, encima, ese costo se conozca.
Tampoco ayudan al relato de entrecasa los datos del vecindario. Los últimos disponibles cuentan que en Brasil el riesgo país es de 214 puntos básicos; de 155 en Paraguay; 122 anota en Chile y 90 en Uruguay. Todo muy por debajo de nuestros 1044 puntos y, a la vez, mejores registros sobre la confianza del mercado.
Algo semejante ocurre con el impacto del recorte a los sobrecargos o a las sobretasas que el Fondo Monetario acaba de anunciar para préstamos que superan largamente el promedio; entre ellos, el súper crédito acordado a la Argentina.
Según analistas que trabajan en consultoras de primera línea, esa decisión del FMI no implica un cambio significativo en las restricciones financieras de corto plazo que enfrenta el país ni representa, tampoco, un ahorro de divisas significativo respecto del que podrían reportar otras alternativas.
Quedan, eso sí, el efecto de los anuncios y probablemente la sobrevaloración de los anuncios en el activo jubileo financiero de estos días, donde a menudo todo vale aunque no todo valga de verdad igual.
Nada de otro mundo sino justamente de este, los grandes inversores prefieren no perder de vista el estado de las reservas netas del Banco Central, o sea, aquellas que pueden ser consideradas disponibles.
El punto aquí es que limpias de activos que debieran estar inmovilizados, como el swap de China, los encajes de los depósitos en dólares y los préstamos de organismos internacionales, las tales reservas netas están en rojo y en rojo subido: suman alrededor de US$ 6.000 millones de ese color. Luego, por el motivo que fuese son dólares que no dan para ser usados.
Los que siguen vivos, coleando y metiendo ruido son los US$ 23.800 millones que vencen en 2025. Obviamente, el Gobierno busca alternativas para despejar el fantasma del default y en ese punto le viene tan bien que parece arreglado el espaldarazo que el poderoso banco de inversión JP Morgan le dio a la Argentina. Dijo: “Puede aprovechar la ventana de oportunidad que representan los próximos dos trimestres, para reunificar el mercado cambiario y levantar los controles de capital”.
En tren de especulaciones, eso de “levantar los controles de capital” suena a levantar el cepo y lo de “reunificar el mercado cambiario” tiene olor a devaluación.
Metido definitivamente en el asunto, el informe del JP Morgan remata con que ambos pasos “son esenciales para construir un camino sostenido de acumulación neta de reservas”. Justamente, el camino que ya transitan rumbo al FMI el ministro Luis Caputo y el jefe del Banco Central, Santiago Bausili, para más datos, dos ex JPM.
Pregunta: ¿vendrán de Washington con un acuerdo que además de compromisos de política económica incluya los que se llaman fondos frescos del FMI? En el organismo, se sabe, piden devaluación, tasas de interés altas y tarifas activas. Para el Gobierno, la plata fresca y la acumulación de reservas netas son una condición recontra necesaria dentro del plan que apunta a terminar con el cepo.
En el mientras tanto, Federico Sturzenegger ya anuncia que viene motosierra profunda, “deep motosierra” en sus palabras. Esto es, otro saque al gasto público y nada de una “sensación” como el nuevo titular de la ANSeS, Mariano De Los Heros, llama al que le pegaron a las jubilaciones.
O se repetirá eso que dijo Javier Milei sobre el último ajuste: que la parte fuerte se aplicará en las vacaciones, “para que la gente no se enterara tanto”.
Vale aclarar, por si hace falta: todo esto ocurrió el viernes y no fue parte de un sketch.
Fuente: Clarín
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