La Justicia condenó a tres personas como los autores materiales del crimen, pero los que organizaron el hecho todavía siguen impunes.
Este jueves se cumplen 13 años del crimen de Candela Sol Rodríguez, la nena de 11 años que fue secuestrada y asesinada en Villa Tesei, Hurlingham. El hecho sacudió al país y su búsqueda movilizó a miles de personas que tenían la esperanza de encontrarla con vida. Sin embargo, el caso tuvo un desenlace devastador.
Candela vivía con su madre, Carola Labrador, en Hurlingham, mientras su padre, Alfredo Rodríguez, cumplía una condena por delitos relacionados con el robo de mercadería. El día de su secuestro, el 22 de agosto de 2011, la nena había salido a esperar a sus amigas del grupo de Scouts para ir a merendar.
Sin embargo, mientras las esperaba parada en la esquina, fue atacada por al menos tres personas, que la metieron por la fuerza a una camioneta Ford EcoSport negra, y se la llevaron hasta una casa de Loma Hermosa, partido de Tres de Febrero, donde la mantuvieron cautiva y la sometieron a un calvario.
Su desaparición desató una búsqueda contra reloj que movilizó fuerzas de seguridad, cientos de vecinos y familiares, todos con la esperanza de encontrarla con vida. Incluso su mamá organizó una marcha masiva en el barrio donde la vieron por última vez. A pesar de que los ojos estaban puestos sobre su responsabilidad en el secuestro, se mantuvo firme en que no tenía nada que ver. “Devuelvan a Candela”, decía uno de los tantos carteles que se vieron esa tarde en la movilización.
La policía, bajo la dirección del Ministro de Justicia Ricardo Casal y el fiscal Marcelo Tavolaro, realizaron numerosos allanamientos en el conurbano bonaerense, y ofrecieron una recompensa de 100 mil pesos, pero el destino de Candela seguía siendo desconocido.
Hasta que el 28 de agosto del 2011, en medio de la búsqueda y la desesperación de sus familiares, la tía de Candela recibió un llamado que los dejó helados: “Jamás la van a encontrar. Que le pregunten al marido dónde dejó la guita”, dijo la voz al otro lado del teléfono. Al día siguiente, Carola encabezó una nueva marcha, pero la esperanza comenzaba a desvanecerse.
Finalmente, el 31 de agosto de ese mismo año, se confirmó lo peor: el cuerpo de la nena fue encontrado dentro de una bolsa de consorcio, abandonado entre la basura. Había sido abusada y asfixiada.
Pese a los esfuerzos de 1.500 agentes, helicópteros, 140 patrulleros y 16 perros rastreadores, fue una cartonera quien halló su cadáver en Cellini al 4700, a solo 30 metros de la colectora de la Autopista del Oeste, en Villa Tesei.
“¡Me mataron a mi hija!”, gritó Carola al entonces gobernador bonaerense, Daniel Scioli, al enterarse de la trágica noticia y frente a decena de micrófonos que la estaban esperando en la puerta de su casa.
Dos juicios, condenas y sospechas
Desde el principio, la investigación estuvo plagada de irregularidades que le costó el puesto a varios funcionarios y jefes policiales. Pero todo señalaba que el secuestro y asesinato de Candela no fue un acto al azar. La hipótesis de la Justicia era que se trató de una venganza dirigida contra su padre, Alfredo Rodríguez, quien en ese momento estaba preso por su implicación en la piratería del asfalto.
Los días posteriores al hallazgo del cuerpo, la policía interrogó a varios sospechosos, entre ellos vecinos y familiares de Candela. Incluso, el 4 de septiembre surgieron vínculos con la tía de Candela, María Alejandra Romagnoli, quien había sido secuestrada anteriormente. Eso abrió el panorama de los investigadores, quienes lograron encontrar a los posibles autores.
Tras allanamientos y testimoniales, la Policía detuvo a Hugo Bermúdez, uno de los principales sospechosos, que fue arrestado el 7 de septiembre, seguido por el fletero Guillermo López, el verdulero Fabián Gómez, y Leonardo Jara, quienes fueron acusados de haber participado en el secuestro.
El juicio, que comenzó en febrero de 2017, concluyó con la condena a prisión perpetua para Bermúdez y Jara, considerados como autores materiales del crimen, mientras que Gómez recibió una sentencia de cuatro años como partícipe secundario. En 2020, la Cámara de Casación bonaerense ratificó estas condenas.
Los elementos que los jueces Diego Bonanno, Raquel Lafourcade y Mariela Moralejo ponderaron en las sentencias fueron las pruebas de ADN que demostraron el cautiverio de la nena en la casa de Kiernan 992, de Villa Tesei, y que vincularon a Bermúdez. De la investigación surgió que el cuerpo de la víctima fue lavado para ocultar rastros antes de ser abandonado.
Además, las pericias de audio confirmaron que Jara fue el autor de un llamado con un mensaje dirigido a la madre de Candela en el que le dijeron: “Hasta que esa conchuda no devuelva la guita no la va a ver nunca más, que le pregunte al marido dónde dejó la guita”.
Sin embargo, la investigación también apuntó contra Miguel Ángel “Mameluco” Villalba, un reconocido narcotraficante que estaba imputado como posible autor intelectual del secuestro y asesinato.
Se sospechaba que Héctor “Topo” Moreyra, otro implicado que era informante de la Policía Bonaerense, había entregado información sobre los búnkeres de Villalba, desatando la venganza contra la familia Rodríguez. La investigación también apuntaba al expolicía bonaerense Sergio Fabián Chazarreta y el carpintero Néstor Ramón Altamirano.
A pesar de que Villalba fue condenado por liderar una organización narcotraficante en 2017, no se encontraron pruebas concluyentes que lo vincularan directamente con el asesinato de Candela: en mayo de 2024, el Tribunal Oral N° 6 de Morón absolvió a Villalba y a los otros tres acusados de ser los autores intelectuales del crimen, cerrando otro capítulo doloroso para la familia de Candela.
Fuente: TN
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