Con todos sus conocimientos a cuestas, a Kevin le dijeron que el local está por venderse, y debe mudarse: “En el peor momento, en poco tiempo, y sin tener a dónde ir”.
“Soy trilingüe, no tengo casa, y necesito volver a empezar mi vida”Kevin, en el local donde vice con su madre: “Es un lugar apagado, triste y solitario, donde no se distingue el día de la noche, y donde cuando llueve debemos evitar que el agua invada por dentro lo menos posible”.
Tengo 24 años y vivo en la Ciudad de Buenos Aires. Nunca tuve la posibilidad de saber lo que es vivir en una casa propia, donde no sentir la incertidumbre de quedarme en cualquier momento sin hogar.
Tampoco sé lo que es vivir en una casa.
Hace más de diez años, desde niño, vivo junto a mi mamá (oriunda de Catamarca) en un local prestado, donde en invierno nos morimos de frío y en verano, jamás vemos la luz del sol. Es un lugar apagado, triste y solitario, donde no se distingue el día de la noche, y donde cuando llueve debemos evitar que el agua invada por dentro lo menos posible.
Soy trilingüe, hablo fluidamente japonés, inglés y castellano. A mis dos años de vida, y para asombro de todos, comencé a leer y un año después cantaba en chino, portugués e inglés.
En la secundaria fui abanderado, también finalista de las Olimpíadas de Matemáticas durante tres años, y obtuve además la medalla al Mejor Alumno japonés de su escuela.
El año pasado gané una beca de la Embajada de Japón para viajar a ese país a realizar una tecnicatura, pero no pude concretarla. Hasta hace pocas semanas me desempeñaba en el área de sistemas, pero me quede sin trabajo. Por ahora mi único ingreso es el proveniente de las clases particulares de idioma que dicto por Zoom (mientras espero un llamado como respuesta a los tantos curriculums que envío diariamente). Siempre pensé en progresar, y en la posibilidad de que la universidad me abra las puertas a una vida de prosperidad y sea la llave para un futuro con más oportunidades.
Apenas finalicé el secundario comencé a trabajar, y con mucho esfuerzo inicié mis estudios universitarios en la UADE (Universidad Argentina de la Empresa), donde cursé hasta hace pocos meses la licenciatura en Ingeniería en Informática, pero al quedarme sin empleo tuve que abandonar la carrera, ya no podía seguir abonando la cuota.
Intenté hacer el pase a la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) para seguir Ingeniería Industrial, pero de las veintiséis (26) materias que tengo aprobadas, sólo me reconocen tres equivalencias. Luego quise inscribirme en UNSAM (Universidad Nacional de San Martín), pero la fecha de inscripción había finalizado. Uno de mis anhelos es volver a la universidad y culminar ese camino que un día inicie con tantas expectativas, pero mi presente me condiciona.
Hoy mi realidad social y económica atraviesan mis proyectos personales, debido a que mi madre acaba de salir de una delicada internación, y necesita realizar un tratamiento médico que requiere de una costosa medicación, la cual ronda los dos millones de pesos ($ 2.000.000), sumado a otra que la obra social no cubre. Padece una rara enfermedad que afecta su sistema inmunológico. La medicación que precisa, esperamos que pueda ser autorizada por Osuthgra (Obra Social de la Unión de Trabajadores de Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina), de lo contrario no contamos con los medios para adquirirla. De esa medicación depende su vida.
Pero como la adversidad no conoce límites, hace pocos días, los propietarios del local que habitamos junto a mi mamá hace más de una década, nos informaron que el local está por venderse, motivo por el cual deberíamos mudarnos. En el peor momento, en poco tiempo, y sin tener a dónde ir, ni posibilidades económicas para afrontar lo que ello implica. Siempre supimos que ese día llegaría, y siempre supimos que este local en donde transité parte de mi niñez y toda mi adolescencia, donde vivimos alegrías y tristezas, en algún momento deberíamos dejarlo, ya sea por pedido del dueño o por calidad de vida.
Agradecemos haber tenido un techo, a pesar de no ser el lugar adecuado para vivir, pero sabemos que merecemos una vida mejor, y un nuevo lugar donde “Volver a empezar” (como dice la canción de Alejandro Lerner). Mientras tanto, “yo seguiré adelante atravesando miedos, sabe Dios que nunca es tarde, para volver a empezar…”.
No busco compasión sobre mi historia, porque sé que muchas familias pasan por situaciones similares, sólo busco visibilizarla para encontrar una oportunidad laboral que me permita revertir la realidad que me toca atravesar, y que estoy dispuesto a afrontar. Sólo tengo un sueño, un gran sueño, que es poder conseguir un empleo que me permita alquilar y algún día tener una casa de verdad donde vivir con mi mamá, donde nunca más pasemos frío, y podamos ver la luz del sol cada mañana.
Kevin Tsai / soykevintsai@gmail.com
Fuente: Clarín
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