Las denuncias por abusos y violencia sexual entre pares en las escuelas disparan la importancia de hablar sobre sexualidad desde la niñez. La psicóloga Leila Paz dio precisiones por Profesional.
Tras el caso de la escuela Oñativia en Salta, donde un niño denunció acoso por parte de alumnos más grandes, y las posteriores repercusiones que tuvieron lugar en otras instituciones, salió a flote la problemática los casos de niños, niñas y adolescentes agredidos sexualmente por otros menores de edad.
En ese marco la psicóloga del equipo interdisciplinario de Cafayate, Lic. Leila Paz, explicó por Profesional, en primer lugar, que la violencia sexual realizada por un niño menor de 18 años se identifica cuando existe fuerza o asimetría de poder o diferencias etarias significativas entre el agresor y la víctima.
Sin embargo, en muchos casos que se presentan esta asimetría no existe y tampoco se trata de experiencias de índole exploratoria entre niños como: mirarse los genitales, enseñarlos o, incluso, tocarse con curiosidad, que forman parte de esta etapa del crecimiento.
Aseveró que estas prácticas, a veces, son parte del descubrimiento y la maduración sexual, y no son acciones destinadas a obtener gratificación sexual. La mayoría de las veces ni siquiera hay excitación o componente erótico.
Las situaciones relatadas por los niños y niñas que experimentaron prácticas de índole sexual son muy graves y delatan conocimiento de sexualidad adulta, lo cual confiere un carácter de traumatización en el paciente con frecuentes episodios de flashback que los atormentan y fantasías de carácter intrusivos sexual no adecuadas a la edad.
Por ello, la licenciada sostuvo que en el caso de la escuela Oñativia la diferencia de edad, diferencia de edad entre los involucrados si presenta una diferencia en el desarrollo psicosexual, sin embargo, los mayores todavía están en pleno desarrollo y por lo tanto, no es considerado un “agresor sexual”.
Una de las hipótesis más sostenidas para explicar el fenómeno de recrudecimiento de la violencia sexual entre pares, señaló Paz, es la exposición y uso de pornografía por parte de niños y niñas, especialmente consumida por varones.
Asimismo, es necesario abordar la probabilidad de que el niño o adolescente que este teniendo conductas inapropiadas, sea también víctima de un delito sexual, y por ende, repita este tipo de acciones.
Sobre la actitud de los padres de otras instituciones, ante la posibilidad del traslado de los alumnos señalados como “agresores”, la especialista aseveró que las lecturas sexualizantes, que normalizan o convierten en monstruos a los niños y adolescentes que ejercen abusos, constantemente dejan el mensaje de que estos ofensores no tienen otro destino que reproducir las mismas violencias en su etapa adulta. También que los cuerpos más frágiles en los entornos familiares y educativos están condenados a no encontrar espacios seguros, ni siquiera entre iguales.
Es por esto que la licenciada resaltó que la educación sexual es decisiva para asegurar la prevención y la no reincidencia.
Por último, Paz recordó que la violencia sexual contra los niños y las niñas siempre está envuelta en el silencio, el estigma, la complicidad y el miedo. Cuando se da entre pares, es insoslayable pensar en un momento de violencia sexual anterior que los eyectó a estas escenas recreadas e imposibles de metabolizar. El miedo a las represalias, incriminación, culpa, vergüenza, confusión no permite muchas veces que los niños hablen y por ello hay que estar muy atentos a lo que consumen en redes, a su vivenciar diario, a los cambios conductuales y conversar, siempre conversar y ofrecer entornos de cuidado. No existe peor y más cruel desamparo que el del niño humillado sexualmente que debe guardar silencio.
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